Parece
mentira que ya estemos en febrero y se haya cumplido un mes desde el inicio de
2017 y desde que nos hicimos ese gran propósito de año nuevo de seguir ofreciéndoos
actividades que despierten la misma pasión que tenemos por la ciencia.
Para
nosotros, desde hace unos años, el mes de enero acaba con una versión de El
Laboratorio del Chef muy especial, gracias a la festividad local de San Valero.
San
Valero fue Obispo de Zaragoza en el siglo IV
y es el patrón de la ciudad en la que se veneran sus reliquias desde
el siglo XII. Su fiesta se celebra el día 29 de enero y es tradicional
la degustación de roscones tal y como dice el refrán "San
Valero, ventolero y rosconero".
Así
que, con la excusa perfecta para poner a los “peques” de la casa un delantal y
pasar con ellos un buen rato elaborando este dulce típico, nos dirigimos a las
cocinas del Centro Joaquín Roncal.
Este
año contábamos con una gran ventaja y es que la masa que utilizamos fue cedida
por Panaderías Simón; por eso, con la certeza de que nuestro roscón iba a salir
perfecto, lo único que tuvimos que hacer fue enriquecer la masa un poco más al
trabajarla. Algo de harina, una cucharadita de aceite, aroma de azahar y
ralladura de limón fueron nuestros ingredientes secretos para que se respirase
en la cocina un aroma exquisito. El nivel de concentración aumentaba a medida
que tenían que darle forma toroidal a su roscón y colocar la fruta. Más matemáticas también para repasar las unidades que utilizamos para medir las cantidades de los diferentes ingredientes que se utilizan para preparar el roscón.
Una
vez metimos al horno nuestras elaboraciones, llegó el momento más ansiado para los
incipientes científico. Tras contarles por qué sube la masa por culpa de las
levaduras que son unos microorganismos que se alimentan del azúcar y que no nos
podemos emborrachar aunque generen alcohol, nos centramos en otro de los
ingredientes clave de la masa: la harina. Con un poco de harina de maíz y algo
de agua, nos fabricamos una sustancia que se comporta de manera muy especial ¡un
fluido no newtoniano! Y también nos convertimos en capturadores de dióxido de
carbono que es el mismo gas que generan las levaduras.
Hicimos
2 turnos por los que pasaron casi 40 participantes acompañados con sus padres
que vieron el mejor momento para pasar una tarde ideal en compañía de sus hijos
compartiendo la misma actividad. ¡Todos ellos hicieron un trabajo en equipo
maravilloso!
Al
finalizar la actividad, el pequeño retraso mereció la pena y los roscones ofrecían
una pinta estupenda. Nos consta que algún participante había prometido
compartir su roscón con todo el mundo que se le acercaba y algún que otro, no dejó
ni las migas.
Como
siempre, fue un placer pasar una tarde tan entretenida.